Recuerdo cuando me saqué el carné de conducir en Madrid: varios meses de preparación, por los que pagué unas cien mil pesetas—clases teóricas, el derecho a tomar el examen, varios impuestos, y un par de clases prácticas extra (además de las diez gratis que venían en el paquete). Tuve la suerte de aprobar a la primera ambas pruebas—el hecho de que mi examinador fuese un vecino quizá tuvo algo que ver en este sentido, pero nunca pregunté, ni lo pienso hacer: después de todo este tiempo, ya da lo mismo. Lo cierto es que después de pasarlos, es cuando realmente empezó el verdadero periodo de aprendizaje; tan sólo conduciendo e intentando buscar el mayor número posible de condiciones tanto de tráfico como logísticas es cómo uno aprende. En ocasiones, algunas de estas situaciones pueden dejan marcado tu coche—y consecuentemente tu ego—y una visita al taller a que hagan un trabajo de chapa puede ser requerido.
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