En esta ocasión nos alojamos en casa de unos amigos en pleno Eixample, esa zona que fue planificada y edificada a finales de siglo XIX con calles y manzanas perfectamente cuadriculadas, grandes patios interiores y multitud de edificios modernistas.
En resumen, una buena zona para vivir... aunque cuesta acostumbrarse a la poquísima cantidad de aparcamientos disponibles y su elevada tarifa así como a orientarse en esas calles tan parecidas unas a otras.
Lo primero que sorprende es, cómo no, la cantidad de motos y bicicletas que circulan por las amplias avenidas... y después la sensación difícil de explicar de una gran ciudad abierta al mar, renovada, limpia, multicultural, llena de turistas a todas horas,... similar pero totalmente distinta a Madrid.
Además de disfrutar de la compañía de nuestros anfitriones y hacer una escapada a Peratallada (en Girona) al final de la cual fuimos conscientes de la cantidad de barceloneses de se van durante los fines de semana, nos dedicamos a pasear con calma por diversas zonas barcelonesas: el parque Güell, las Ramblas, el Barrio Gótico y la Catedral, el puerto olímpico y varias de las playas urbanas, el barrio de Pedralbes, el intenso colorido de La Boqueria... Estupendos paseos con unos días absolutamente radiantes y temperaturas casi veraniegas.
Detalle curioso: yo solo había visto máquinas expendedoras de bebidas o comida hasta encontrarme de bruces con ésta en el Metro barcelonés: ¡una máquina de vending con libros!
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