Claro que el calor por si mismo sería suficiente... Madrid en nivel 2 de alerta (alto riesgo, alcanzado al prever para los próximos cinco días temperaturas iguales o superiores a 38,6ºC o tras cuatro días consecutivos con 36,6ºC o más). En todo caso, este calor es muy distinto del calor más cercano al mar. Este mismo fin de semana en Vitoria-Gasteiz o Mondragón el calor no alcanzaba cotas tan altas... pero la sensación de humedad, el cuerpo pegajoso, agravan la sensación. Aquí, la sensación es distinta: no hay sensación pegajosa, hay sudor directamente. La ropa se nota caliente, el aire es denso y da la impresión de golpearte al salir de un entorno climatizado al exterior... y el asfalto recalentado no ayuda. Por otra parte y para completar mi particular periplo diario de vuelta a casa, me toca atravesar dos "intercambiadores" infernales: el de Avenida de América y el de Moncloa.
Son construcciones subterráneas que conectan líneas de autobuses urbanos e interurbanos con el metro... y se convierten en hormigueros inmensos atestados de gente y recalentados en todo momento por el ambiente exterior y por todos y cada uno de los cientos que autobuses que pasan por ellos a diario.
Y otra consecuencia del calor... cada vez que me toca un viaje más o menos largo en una de estas jornadas calurosas se ven por las carreteras grandes estructuras metálicas inmóviles, vencidas a un lado y con las fauces abiertas en busca de un poco de frescor. Son vehículos más o menos veteranos que no han soportado las exigencias de sus conductores y les han obligado a ocupar un puesto en la cuneta pertrechados con el llamativo chaleco reglamentario. Cualquier sitio parece bueno para desfallecimientos de ese tipo, pero un pequeño repecho parece aumentar enormemente las posibilidades.
Por otro lado hace unas cuantas semanas tuvieron lugar mis primeras fiestas patronales en honor de Santa Quiteria en Alpedrete. Fiestas típicas en muchos sentidos: música en directo de varios tipos, bailes, jolgorio diverso, trasnoche, pirotecnia varia,... Pero no tan típicas (al menos para mi) por dos detalles: una especie de romería ecuestre por las calles del pueblo con más de treinta jinetes y sus cabalgaduras y la tendencia a la "barra libre" por parte del ayuntamiento: en varias ocasiones nos encontramos con libre disposición de refrescos y viandas diversas en la carpa colocada frente al ayuntamiento (utilizada de día para múltiples actividades y de noche para las actualizaciones musicales).
Y también reseñable el paso por Olivares del Júcar en casa de unos amigos: barbacoa, piscina, juegos de mesa, ping pong, dardos, tranquilidad,... y visita a las ruinas romanas de Segóbriga, el monasterio de Uclés, la villa medieval de Alarcón,...
O la ya tradicional comida de San Juanes en Mondragón entre compañeros de experiencias y aulas. En esta ocasión un grupo pequeño pero selecto, una comida interminable y pantagruélica, charla diversa e interesante, pinceladas nostálgicas,...
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